viernes, 25 de marzo de 2011

BASES DEL APRENDIZAJE Y EDUCACIÓN

Cuentos para la reflexión

LA TRISTEZA Y LA FURIA

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...
Había una vez un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada, como siempre esta la furia, urgida, sin saber por qué, se bañó rápidamente y mas rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo, con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
Jorge Bucay

martes, 11 de enero de 2011

DERECHOS HUMANOS

La celebración del 10 de diciembre del día de los Derechos Humanos tiene su origen en el año 1950. En este año la Asamblea General de las Naciones Unidas invitó a todos los Estados y organizaciones interesadas a que el 10 de diciembre observaran el Día de los Derechos Humanos (resolución 423 (V)).

En ese Día se conmemora la aprobación por la Asamblea General de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en 1948.

La ONU pretendía con esta Declaración Universal sentar las bases de un compromiso ético para obligar a todos los Estados a cumplir y hacer cumplir una serie de normas.

Recordemos que después de la Segunda Guerra Mundial, en los inicios de la Guerra Fría, cuando todavía dolían las heridas del nazismo y ante las situaciones de injusticia que se vivían en los cinco continentes, varios países sintieron la necesidad de unirse en una organización supraestatal que garantizara el respeto y la dignidad de las personas, y que evitara la repetición de hechos tan lamentables como la vulneración de la dignidad de la persona y el respeto a sus peculiaridades étnicas, religiosas o sexuales.

Los Derechos Humanos se sostienen sobre dos pilares esenciales de la humanidad: la libertad y la plena igualdad entre todos los seres humanos. Condiciones inherentes a todo ser humano sin ningún tipo de limitaciones, sean éstas: culturales, económicas, étnicas, sexuales, etc. El concepto de Derechos Humanos hace referencia al sentido de la dignidad humana antes que a cualquier formulación jurídica o política.

En un principio, la declaración iba a ser titulada "los derechos del hombre" pero gracias Eleanor Roosevelt, Presidenta de la Comisión y feminista, se planteó que el término excluía a las mujeres y consiguió que en su lugar figurara "Derechos Humanos".

Los centros de enseñanza son un espacio privilegiado para el trabajo de educación en Derechos Humanos, mediante la realización de diferentes actividades.

Como objetivo, que el alumnado, junto con el profesorado y las madres y padres, adquieran el conocimiento de los principios contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

malos tratos

SmithKline Beecham
MALOS TRATOS
Amores que matan

La forma de acabar con la violencia doméstica, uno de los mayores riesgos para la salud femenina, no es construir más centros de acogida sino someter a los agresores a un tratamiento
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MYRIAM LOPEZ BLANCO

En Delhi, India, cada 12 horas muere una mujer quemada por su marido. La rocía con queroseno y la prende como una antorcha. Después denuncia el hecho como un accidente o un suicidio. ¿El motivo? Que la dote ofrecida por los padres de la novia no se consideró suficiente. Así, matándola, puede ir a buscar otra mujer, con otra dote con la que sobrellevar unos cuantos años más su pobreza. Parece difícil de creer, y sin embargo no es mucho peor que el comportamiento que persiste en el resto del planeta. El problema del maltrato a la mujer no tiene fronteras culturales y está tan aceptado por la sociedad que a las víctimas no les ha quedado más remedio que resignarse.

En España, entre enero y octubre del año pasado murieron 75 mujeres a manos de sus maridos y se produjeron más de 20.000 denuncias por malos tratos, según informes del Instituto de la Mujer, procedentes de la Guardia Civil y de la policía. Se estima que sólo el 10% de los abusos llega a denunciarse. Hace poco que se investiga la violencia doméstica, pero los estudios ya han demostrado que es la principal causa de daño a la mujer y cada vez figura más como la responsable de enfermedades crónicas físicas y mentales.

También existen hombres maltratados, tanto heterosexuales como homosexuales, y relaciones entre lesbianas donde hay agresividad, pero no son la norma. Se estima que el 95% de las víctimas de la violencia doméstica es mujer, por eso los autores de los estudios siempre se refieren al agresor como él y a la víctima como ella.

Este grave problema de salud femenina es el más fácil de prevenir porque no depende del avance de la ciencia sino de la situación de la mujer en la familia y en la sociedad. Sin embargo, poco o nada se está haciendo para hacerle frente. La Justicia criminal no ha resuelto el problema y los centros de acogida sólo pueden ofrecer refugio temporal a las víctimas.

Por eso, los especialistas en violencia doméstica creen que -mientras llega el cambio de las normas sociales- la solución a este problema está en manos de los médicos. Aunque para ello también los profesionales de la salud han de cambiar su mentalidad.

El doctor Daniel Brookoff y su equipo del departamento de Educación Médica del hospital Metodista de Memphis (Tennessee) observaron que muchos médicos residentes culpaban de su situación a las mujeres que acudían a la consulta quejándose de llevar 15 años aguantando las palizas de sus maridos.

"Decidimos sacar a estos estudiantes por la noche, como acompañantes de la policía, para que viesen cuál era la realidad. Después, les dejábamos un rato a solas con las mujeres y los niños, e incluso con los maridos, para que comprendiesen mejor el problema", ha relatado a EL MUNDO el doctor Brookoff. "Mis estudiantes se deprimieron mucho pero ahora entienden la situación y cuando llega una víctima a su consulta no la reciben con agresividad sino que le ofrecen esperanza y consuelo. Le ayudan a encontrar las fuerzas para buscar una vida sin violencia".

Los resultados del estudio de Brookoff, publicados en el Journal of the American Medical Association (JAMA) del 7 de mayo de 1997, desvelaron que la mayoría de víctimas de la violencia doméstica no suele buscar ayuda médica o psicológica, a pesar de los continuos ataques de su pareja.

En EEUU, así como en otros países, ya se ha empezado a entrenar a los médicos para que sepan detectar la agresividad en la vida de sus pacientes y para que prescriban la solución adecuada.

Hay dos enfoques: uno de ellos es el pro feminista, que basa el problema en la desigualdad social de los sexos y en el control que el hombre ejerce sobre la mujer. El otro es el psicológico, y sostiene que la violencia es el resultado de experiencias traumáticas sufridas en la infancia del marido.

En el primer acercamiento, se somete al agresor a una especie de tratamiento intensivo de educación en el que se le hace reflexionar y se le informa de los graves perjuicios para la salud de su mujer, de los niños y de él mismo que su comportamiento provoca. En el segundo se recurre a técnicas de psicoterapia.

Uno y otro procedimiento están enfrentados, pero ambos parten de la misma premisa: que la mejor manera de ayudar a la mujer no es construir más centros de acogida sino hacer cambiar al hombre: curarlo. Es un planteamiento muy distinto al plan de choque que se acaba de poner en marcha en España, con el que se pretende que el médico haga de chivato, informando a la policía cada vez que sospeche de malos tratos. "Si todo lo que se hace es amenazar a los agresores con un juicio o con la cárcel, el tratamiento no durará. Nosotros intentamos ayudarles a comprender cuándo y porqué son violentos", dice Robert Heskett, del Centro de No-Violencia de New Bedford (Massachusetts).

Según el doctor David Adams -fundador de EMERGE, primer programa de tratamiento para los agresores y uno de los directores del Comité para el Tratamiento de los Agresores del Consejo de Violencia Doméstica de Massachusetts- los médicos hablan a menudo con pacientes que abusan de sus mujeres pero rara vez se dan cuenta. "Aunque no hay tratamiento médico para estos hombres, los facultativos pueden realizar una medicina preventiva identificándolos y haciendo informes", escribe Adams en un artículo que apareció en el número de mayo/julio del 96 de Journal of the American Medical Women Association (JAMWA).

El estereotipo del agresor no se corresponde la mayoría de veces con la realidad. "Muchos médicos y personal sanitario todavía creen que el individuo que maltrata a su mujer es alguien con aspecto agresivo, dominante y muy macho", escribe Adams.

"Otros sospechan que los agresores son los pacientes más pobres, con menos cultura o pertenecientes a grupos raciales a los que creen violentos y patriarcales". Adoptar este tipo de prejuicios impide la detección del agresor, ya que es imposible reconocer a la mayoría de ellos en una multitud. "No suelen mostrar en público ni rastro de violencia y parecen educados, razonables y agradables".

Cuando la policía llega a una casa donde ha habido un altercado violento, el agresor suele parecer mucho más calmado y racional que la mujer. Dado que la violencia hace más daño psicológico a la víctima, ella suele presentar signos de enfermedad mental.

Palabras clave

Según Adams, hay que estar alerta a una serie de palabras clave que los agresores suelen utilizar para hablar de su propia violencia ("pelea", "perder el control", "rabia", "defensa propia", "beber") o para hacer referencias despectivas a su mujer. El médico también puede hacer cierto tipo de preguntas como: ¿Qué pasa cuando se pelean? ¿Han llegado usted o su esposa a herirse en una pelea alguna vez? "La eficacia de estas preguntas es mayor si el tono empleado es de cariño y preocupación. No ha de ser acusador y hay que dejar claro que el médico está preocupado por la salud y el bienestar del paciente y de su familia", dice Adams.

Algunos médicos no se sienten cómodos haciendo este tipo de preguntas sobre violencia doméstica porque creen que molestarán a los pacientes. Sin embargo, muchos agresores se sienten culpables y preocupados por su problema y sienten alivio cuando se les pregunta sobre el tema. "Lo ideal sería que se formularan de manera rutinaria. Podrían incluirse en los cuestionarios médicos que hay que rellenar para registrarse en un centro de salud o en un hospital", dice Adams.

Restar importancia

Hay que tener en cuenta que la mayoría de agresores minimiza el número de veces y la gravedad de sus actos violentos.

Este comportamiento adopta varias formas:

-Acusan a sus víctimas de que mienten cuando los denuncian. Sin embargo, se ha comprobado que éstas tienden a reducir la gravedad de las agresiones que sufren para evitar represalias posteriores.

-Definen su comportamiento como no violento. El concepto de violencia varía ampliamente según el entorno social, familiar y cultural del individuo. En un grupo de tratamiento, uno de los agresores dijo: "Nunca pensé que estaba siendo violento con ella porque nunca la pegué como a un hombre. [Siempre la había abofeteado en lugar de darle golpes con el puño cerrado]".

Excusas

Muchos agresores se refugian en las excusas para evitar las consecuencias jurídicas o sociales. Por ejemplo, dicen que estaban fuera de control o que fue una locura temporal pero que no volverá a suceder.

Adams cree que, lejos de ser irracional, la violencia le sirve al agresor para ganar y mantener el control sobre su víctima. "Con sus ataques de ira, aparentemente espontáneos e irracionales, los agresores no pierden el control sino que lo ganan".

Este especialista pone el ejemplo del hombre que acusa violentamente a su pareja de tener aventuras o de pasar demasiado tiempo con otras personas, pero que se arrepiente inmediatamente y le pide perdón. Esta escena se repite frecuentemente, y, como resultado, la víctima acaba reduciendo sus visitas a familiares o amigos por miedo de que él se enfade o aumenten sus sospechas.

Así, el individuo se beneficia de su comportamiento aunque se disculpe después. Los ataques impredecibles del agresor mantienen a la víctima a la defensiva haciendo que ésta siempre se anticipe a las necesidades de él y renuncie a las propias.

Alcohol

El abuso de drogas y alcohol es responsable de buena parte de la violencia doméstica. Sin embargo hay autores que no creen que el alcohol cause violencia sino que el agresor bebe con la intención de ser violento.

Tratamiento

Los médicos que ven la violencia contra la mujer como una enfermedad suelen enviar al agresor (y a la víctima) a sesiones de psicoterapia individual o familiar y, si procede, a un tratamiento contra el alcoholismo. Pero, según Adams y otros expertos en este tema, los agresores no suelen ser enfermos mentales y no deberían acudir a sesiones de psicoterapia hasta que hayan pasado por un programa especialmente diseñado para ellos y hayan dejado de ser violentos.

"Además, no hay que suponer que cualquier profesional de la salud mental está mucho más capacitado para abordar la violencia doméstica que lo está un médico de familia para tratar a un paciente con cáncer", añade Adams. Según este experto, si el facultativo no está entrenado para este tipo de situaciones puede provocar más daño que beneficio.

No sería la primera vez que la comunidad biomédica consigue poner fin a un problema sanitario al que antes no se le había prestado ninguna atención: "En los años 30 fueron los médicos los que desvelaron que muchas de las personas heridas en los accidentes de automóvil estaban intoxicadas con alcohol. Gracias a esto, el número de accidentes de coche por estas causas ha disminuido y miles de vidas se han salvado", dice Brookoff. "Podemos tener el mismo impacto sobre la muerte y los daños físicos por violencia familiar si decidimos que es un problema de salud y no sólo social".

Detectar a las víctimas

Hay más visitas a las salas de Urgencias de los hospitales a causa de malos tratos a mujeres que por accidentes, violaciones y asaltos juntos, según un estudio realizado en EEUU. Pero muchas de las víctimas pasan inadvertidas. Unos investigadores del Centro Médico de Salud de Denver (Colorado) diseñaron un cuestionario con tres preguntas para detectar a las maltratadas. Se probó en 322 mujeres que acudieron a los departamentos de Urgencias del hospital General de Denver y del hospital Universitario en el verano de 1994. Las mujeres fueron sometidas también a otras dos pruebas que se utilizan habitualmente para identificar signos de violencia: el Indice de Abuso de la Pareja, que mide la gravedad del abuso físico y no físico inferido en la pareja, y la Escala de Tácticas de Conflicto, que mide el uso de razonamiento, agresión verbal y violencia física empleada para resolver los conflictos de familia.

Según los autores del estudio, su cuestionario de sólo tres preguntas resultó muy efectivo y fue mucho más rápido que las otras técnicas. Detectaron al 71,4% de las maltratadas. Este cuestionario, llamado Test de Violencia en la Pareja, dice:

1) ¿Le ha golpeado alguien de alguna forma (bofetadas, patadas, etcétera) en el último año? Si ha sido así, ¿quién lo hizo?

2) ¿Se siente a salvo en su relación de pareja actual?

3) ¿Existe algún ex marido o ex compañero que le haga sentir insegura?

Los autores del estudio, que se publicó en un JAMA de mayo de 1997, concluyen que a todas las mujeres que acuden a Urgencias se les debería preguntar por la violencia doméstica, sin tener en cuenta cuál es su actual situación marital. "Si se detecta que sufren agresiones en casa debe incluirse esta información en su informe médico y ofrecerle apoyo, consejo y protección para el futuro", escriben los autores. Para la doctora Kim Fedhalus, directora del estudio, la violencia no se acaba al finalizar la relación. "Al contrario, la mitad de las mujeres que llega a Urgencias por malos tratos tiene miedo de una antigua pareja".

La televisión como modelo

Mientras siga habiendo malos tratos en casa y no se intervenga a tiempo, seguirá habiendo niños que crecen presenciando la violencia contra sus madres y que la asumen como algo natural. "Los niños que ven la violencia en casa tienen problemas en el desarrollo, en la escuela y a menudo acaban teniendo relaciones violentas en su vida adulta", dijo a EL MUNDO el doctor Daniel Brookoff, de la Universidad Metodista de Memphis (Tennessee) y autor de diversos estudios sobre violencia doméstica.

Pero los malos tratos a la mujer pueden entrar también por la pantalla del televisor. "Hay estudios que sugieren que lo se ve en televisión puede inspirar a un pequeño porcentaje de individuos a actuar de la misma manera. Sin embargo, son casos anecdóticos, poco significativos estadísticamente", declaró a este periódico la doctora Deborah Petersen, directora del departamento de Igualdad de Derechos de la Universidad de Minnesota. "Pero lo que es más preocupante es que estas imágenes crean determinadas actitudes hacia las mujeres. Es decir, que la representación en la pantalla de comportamientos violentos normalizados contra las mujeres se asume como algo aceptable. No es que las personas imiten lo que ven en la televisión sino que adoptan actitudes que les llevan a ser agresivas después".

El efecto de los medios de comunicación en el individuo se ha intentado explicar con varias teorías:

Una de ellas, postulada por George Gerbner, dice que los individuos que hacen un uso excesivo de los medios ven el mundo como un retrato de lo que ven en la pantalla. Gerbner se refiere a ello como el síndrome del mundo mezquino.

Otra teoría, de Elisabeth Noelle-Neumann, sugiere que el impacto de los medios es acumulativo y responsable de las aptitudes y valores que imperan en la sociedad actual. "Es decir, que los medios no actúan de forma directa en el comportamiento de los individuos sino que, lentamente, nos convencen de que, por ejemplo, la única mujer que merece la pena es la que tiene menos de 25 años, es muy delgada y no tiene defectos", concluye la doctora Petersen.

Síndrome de Estocolmo

Parece una paradoja de amor y violencia. Muchas mujeres maltratadas vuelven con su pareja y la protegen. Para el doctor Brookoff, especialista en violencia doméstica, esto se explica porque piensan antes en la familia que en ellas mismas y soportan todo con tal de mantenerla unida. Otros postulan que la mujer necesita la relación de pareja para reforzar su identidad propia y que por eso intenta mantenerla a toda costa.

En cambio, hay una teoría que sostiene que el 27% de las mujeres maltratadas aguanta con su pareja porque sufre las mismas reacciones psicológicas que los prisioneros de guerra o que las víctimas de los secuestros. Se trata del conocido Síndrome de Estocolmo: una persona amenaza de muerte a otra y parece capaz de llegar al extremo de matar. La víctima no puede escapar y su vida depende de la persona que la ha hecho prisionera. El opresor se muestra cariñoso y violento, alternando ambos comportamientos. Hay cuatro fases de victimización:

-Desconfianza y negación: "Esto no me puede estar pasando a mí".

-Se acepta la situación. La víctima cree que es totalmente dependiente del agresor y le ve como un super hombre.

-Depresión traumática y estrés postraumático.

-Integración del trauma en la vida normal.

Esta teoría muestra el impacto psicológico del sometimiento a otra persona y explica que algunas mujeres maltratadas protejan a sus maridos. Pero hay una diferencia fundamental entre los secuestrados y las víctimas de la violencia en casa: los primeros reciben ayuda para escapar y cuando han sido liberados y las segundas no.
(ARICULO DEL PERIODICO EL MUNDO)